Son muchísimos años, siglos en realidad, los que llevamos cargando con la creencia de que la pareja es nuestra línea de meta en la vida. Y es ciertamente entendible, porque es la base tradicional para formar un hogar, una familia, y construir una vida en compañía. Pero creo que se ha instaurado tanto esa necesidad en nuestra mente, que son muy pocos los que se cuestionan qué tan bien quieren construir esa base.
Todo el tiempo vemos cómo las personas queremos conseguir esa pareja a como dé lugar, queremos sentir que chuleamos esa meta para poder enfocarnos en el resto. Y eso es justo lo que marca la diferencia. Cuando buscamos una pareja contra viento y marea, por lo regular sucede que conectamos rápidamente con alguien en la misma sintonía, lo cual no permite conectar desde nuestra esencia y nuestro más auténtico ser, sino sólo a nivel vibracional. Con el tiempo, es de esperar que, al no conectar desde nuestra esencia, esa relación no funcione, y termine creando un sin fin de heridas y sufrimiento. Y, si no se crean momentos de reflexión y de autoreparación, de repente estamos conectando nuevamente con personas en el mismo estado de necesidad que nosotros y el ciclo se repite una y otra vez. Preguntándonos qué ocurre, por qué no logramos encontrar una pareja que “nos haga” sentir plenos y satisfechos.
Es completamente natural que no caigamos en cuenta temprano de este tipo de conductas, porque todo a nuestro alrededor nos dice que así debe ser, que conseguir pareja es incuestionable y que hay que conseguirla lo más pronto posible. Sin embargo, solo hasta que experiencias dolorosas hayan sido lo suficientemente fuertes, algo dentro de nosotros se sacudirá y nos llevará a replantear qué nos ha hecho conectar con quienes hemos conectado. De repente, entenderemos que nunca fue casualidad, simplemente hemos estado atrayendo desde la energía de necesidad, no de auténtica conexión.
Si miramos en retrospectiva, esa es justo la razón de que muchos hogares se desmoronen. Al no existir esa conexión auténtica entre la pareja, las bases no son lo suficientemente sólidas para formar un hogar. El deseo de construir familia puede bastar por un tiempo, pero eventualmente, el alma grita, se manifiesta y nos comunica de manera clara, que no estamos plenos en ese lugar.
Escuchaba hace poco cómo estar soltero en tus treinta es tan lleno de ventajas, porque has tenido más tiempo para pasar por un proceso personal y de autodescubrimiento que las personas que se casaron y tuvieron hijos jóvenes no han tenido el chance de atravesar. Hay un efecto común en las personas que se casan tempranamente y es que al no vivir duelos intensos y desencuentros que los descoloquen reflexivamente, se tiene la sensación de que no hay nada qué cuestionar, nada qué replantear. ¿Qué nos haría pensar que debemos profundizar en nosotros mismos si ya nos casamos y lo logramos? A nivel del viaje personal y evolutivo es una gran ventaja formar vínculos de pareja en etapas más maduras, si nos tomamos el trabajo de auto conocernos de manera profunda en el camino.
Esto puede hacer que en determinado momento de la vida puedas conectar de manera genuina con una pareja, y realmente puedas tener una base sólida para ese futuro hogar.
Todo lo que no se construye desde adentro, termina siendo solo fachada, y esta te darás cuenta de que no se sostiene en el tiempo, o por lo menos no sin dejar importantes secuelas en el bienestar de una familia.

Deja un comentario